
En un contexto de alta inflación y deterioro del poder adquisitivo, el consumo en Argentina ha adoptado formas de subsistencia. Según un estudio reciente de las consultoras ShopApp y Ecolatina, uno de cada cuatro argentinos considera que su compra más importante en los últimos tres meses fue de alimentos. Un dato elocuente que refleja la magnitud de la crisis y la nueva escala de prioridades en los hogares.
La investigación, realizada en junio de 2025, describe un escenario en el que el 67% de las personas afirma que sus ingresos apenas alcanzan o no alcanzan para cubrir los gastos básicos. Esta situación se agrava en los hogares con un solo aportante, donde las restricciones son más severas. Solo el 13% de los encuestados logra ahorrar, y la mayoría de ellos lo hace por debajo del 20% de sus ingresos mensuales.
“La inflación continúa siendo percibida como alta: un 45% de los encuestados cree que sigue subiendo”, señaló la directora de ShopApp, quien también remarcó que el uso de estrategias financieras alternativas es cada vez más común. Entre ellas se destacan la búsqueda de ingresos extra, el uso de billeteras virtuales y descuentos bancarios, además del recurso a préstamos personales y el uso extendido de cuotas sin interés.
La composición de los hogares también ha cambiado. Han crecido las familias monoparentales y unipersonales, con un mayor protagonismo de la mujer en la generación de ingresos. Sin embargo, en los sectores socioeconómicos bajos, más de la mitad de los hogares dependen de un solo ingreso, lo que incrementa su vulnerabilidad ante cualquier caída de empleo o pérdida de ingresos.
El consumo de bienes durables se ha visto muy limitado: apenas 4 de cada 10 argentinos realizó alguna compra de este tipo en el último año, y en la mayoría de los casos se trató de pequeños electrodomésticos. Las compras de autos o propiedades son marginales y están restringidas casi exclusivamente a los sectores de mayores ingresos.
Los gastos en ocio también han sido profundamente recortados: el 43% de los argentinos no sale a comer fuera, y otro 32% lo hace con muy poca frecuencia. Incluso entre los jóvenes, tradicionalmente más activos en este tipo de consumo, un tercio dice haber dejado de hacerlo. Las salidas, la ropa, las suscripciones y servicios como peluquería han sido las áreas más afectadas por el ajuste. En cambio, la educación es el rubro que menos se ha recortado.
La encuesta también revela una profunda división entre quienes tienen una percepción más negativa del contexto y quienes conservan cierto optimismo. Los primeros restringen incluso en áreas esenciales como alimentos, medicamentos o servicios; los segundos, en cambio, lo hacen en consumos no indispensables. Si su situación mejorara, el 36% de los encuestados ahorraría y el 31% mejoraría la calidad de los alimentos que consume.
Por último, el endeudamiento preocupa: más de la mitad de los encuestados está inquieto por sus deudas, una preocupación que aumenta con la edad y entre quienes tienen una visión más pesimista de la economía. Frente a este panorama, el consumo argentino se reconfigura bajo la lógica del ajuste, la resiliencia y el replanteo constante de prioridades.